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Los «Cambios» de Alberto Zecua

Los «Cambios» de Alberto Zecua

En los próximos años se van a dar cambios tan grandes en la Tierra, que la moneda desaparecerá, remplazada de nuevo por el viejo trueque, dijo Alberto Zecua con otras palabras.

Pasa que la visión romántica, purista, del ingeniero Zecua sobre lo que debería ser la vida en sociedad se olvida que el mal no radica en el dinero, mucho menos en el trueque, sino en el uso que uno da a las cosas.

El trueque se volvió inevitable cuando uno percibió que tendría, para obtener algo que no poseía y todavía necesitaba, que dar algo suyo a cambio de aquello. Porque la simple conquista territorial, o los robos y los pillajes generalizados, llegaron a un punto en lo que no podían seguir adelante, porque los demás se percataron de defenderse.

Con el pasar de los tiempos los intercambios comerciales se multiplicaron de manera compleja. Y fue esa complejidad que volvió necesario otro modo de cambiarse a los productos.

Entonces apareció la moneda, porque los procedimientos cambiales ya no se compadecían con el romanticismo del trueque más primitivo. Por eso su aparecimiento fue históricamente, fue socialmente, natural, no artificial.

Hoy día, ¿Cómo podría pagarse a un avión Boeing 777? ¿Con patatas? Y aunque eso pasara en el día siguiente al último día del gran cambio... [lo cual la tradición maya anuncia desde hace(n) muchos siglos...].

El mal, señor Zecua, no reside en la moneda, en el dinero, que según Usted sólo existe en la Tierra, sino en la utilización que se hace de ello. El mal no está en la economía o en la finanza, sino en el sistema de trueque y cambio que se impuso. El mal no está aún mismo en el capitalismo, sino en la manera por la que sigue siendo interpretado el sistema económico y financiero. Porque lo que radica en su base es una forma insana de egoísmo. La cual todavía resulta de la vida en la naturaleza terrestre, que siempre fue demasiado competitiva. Y eso creó el sentido de exclusividad (el exclusivismo) en los espíritus de todos los animales en la Tierra, la gente humana obviamente inclusa. De ahí casi todos los vicios de carácter que evidenciamos en este planeta.

Entonces tendrá que ocurrir una profilaxis, no una cirugía extirpadora, porque el gran responsable/culpado no es el sujeto, sino las condiciones bajo las cuales el individuo existe.

Otras cositas inverosímiles en el discurso de Zecua no me ocupan tanto. Como aquella de los seres mitológicos hubieren de hecho existido y no más se notando su presencia porque «se han ido a sus planetas a causa de la basura» que aquí fue siendo hecha por los humanos y actualmente nos rodea. Un mito (personal) dentro de otro mito (histórico), podría decirse. Todavía demasiado pueril, ese mito zecuano. O cuando asegura que los extraterrestres comen poco y por eso hacen poco, al revés de nosotros, que hacemos unas plastotas igual que vacas porque tragamos y no comemos. Uno siempre podría preguntarle si alguna vez las gentes alienígenas le dejaron presenciar/asistir a sus actos íntimos de higiene y cumplimiento de necesidades biológicas. Y además, tendrían que ser sucesivas esas observaciones de Zecua para que el criterio científico de verificación y prueba pudiera cumplir sus imposiciones y reglas.

Simpaticé con el carisma de Alberto Zecua. Su sentido de humor – a veces un poco... rudo. O crudo, mejor dicho. Que provoca la risa o la carcajada. Simpaticé con su aparente pureza. Aunque no con la radicalidad de esa pureza. Que la vuelve menor, casi infantil. Me gustó escucharlo al inicio, casi de acuerdo con algunas cosas que argumenta o garantiza: la del Sol y de la luz, por ejemplo. Todavía y en este caso, ¿Cómo explicarse que en un dormitorio sin embargo no entre la vibración del Sol para que lo alumbre? Porque la luz de la calle no penetra en un dormitorio de una casa que esté absolutamente estanque; las paredes no justifican por si solas el impedimento... . Además, él afirma que al segundo contacto le aparecieron alienígenas dentro de su propia recámara en la ciudad de México, que allí surgieron traspasando las paredes... . Si estos pueden, el Sol podría igual.

En fin...

Concediéndole el beneficio de la duda en las (pródigas) narraciones de sus contactos, no obstante poseo cabeza para ejercer raciocinio autónomo y concluir que existe mucho más "probabilidad" en Enrique Mercado Orué (mucho más sobrio y puro) que en la habla (a veces charlatana) de Alberto Zecua.

09–10–2015.