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La Ignorancia de la Ciencia de Antonio Damasio

La Ignorancia de la Ciencia de Antonio Damasio

Una existencia que no piense ni sea pensada es una existencia simplemente inexistente. ¿Y por qué?

Imaginemos que todas las realidades físicas en el Universo fuesen inconscientes. De la misma manera que la ciencia supone que las piedras existan: inconscientes en absoluto.

¿Que existiría ahí?, para poder seguirse diciendo que esas realidades de hecho existirían. ¿Qué cosa existiría?, para que pudiera tener consciencia acerca de la realidad del Universo. ¿Él seguiría existiendo así mismo? Pues nadie absolutamente estaría allí para poder decirse fuera lo que fuese. Existirían nada más que los superaglomerados de galaxias y los clusters más pequeños de sus agrupamientos, y las galaxias ellas mismas, y las estrellas que componen las galaxias, o las nubes de polvo y gas, o los plasmas y agujeros negros, todo dando cuerpo y figura a las galaxias. Solamente existirían, igualmente, las piedras que se desgarran de las rocas de montañas, o los flujos de agua de lluvia que rompen el vientre de las montañas y corren en dirección al océano.

Las afirmaciones de Damasio, que sustentan que «primero existimos y solo después pensamos» y que «pensamos porque existimos», parten de la premisa científica que a su vez afirma, de manera pretendidamente incuestionable, la objetividad del Mundo:

El Universo/la Naturaleza existe independiente(mente) de todo.

No obstante, Damasio ignora lo que sea la «Existencia», aún más desconociendo lo que signifique el «Pensamiento».

Pues una idea existe. Y no tiene cuerpo, todavía: ella no posee cualquier dimensión física. Su existencia es diferente de la existencia de la piedra. No obstante, ella existe. Si así no fuera, no sabríamos reflexionar y discurrir sobre el Mundo, ni tampoco tendríamos consciencia de que estuviéramos aquí y de lo que somos.

En realidad, Damasio cae en el mismo error de un común mortal cualquiera, al confundir «vida» y «existencia». Es decir: al confundir existencia en general y existencia vital. Pues para él su existencia es su vida: empieza en el acto sexual que lo ha concebido biológicamente y termina en el instante de la muerte, ésta entendida como siendo un fin, como se tratando de supresión de existencia.

Además, Damasio no rompe en absoluto con el humanismo de (su) ciencia, que es la ciencia convencional, la de las academias, establecida, conforme. La ciencia «normal» de Thomas Kuhn. Que es hecha de un mismo humanismo que el humanismo que incorporaba (a) la Sagrada Inquisición, que persiguió esta misma ciencia en los albores renacentistas de su institución mientras Saber oficial. En ese entonces la Sagrada entendía que Dios creó a todo y que Su obra era la obra de las obras y se denominaba «humano», ya que parecía que ella era la única que evidenciaba autonomía de acción e inteligencia a consecuencia. Seria, por lo tanto, el centro de la Creación, aunque no geométrico. Hecha de un mismo humanismo que el humanismo existencialista de Sartre, que idénticamente por ignorancia confundía existencia y vida, resumiendo la existencia en general a la existencia vital. O hecha de un humanismo idéntico al del humanista radical que Hegel fue, dado que entendía que el Espíritu Absoluto, siendo previo a todo, todavía necesitaba socorrerse del ser humano para que, a través de su inteligencia, de su racionalidad, aunque una racionalidad parcial, relativa, aquel Espíritu pudiera al final realizarse de una manera ya no abstracta, ya no solamente mental/espiritual, sino más bien una manera concreta, material, hecho que volvía el ser humano aún más importante que el Espíritu Absoluto él mismo en el procedimiento natural y en el proceso histórico que transita por la Naturaleza.

Todo eso, porque toda esta gente confundió existencia en general y existencia bajo la forma física, resumiendo aquella en ésta, además de entenderse que la existencia biológica sea dominio único de acción para la inteligencia, así acabándose, definitivamente, reduciéndose la existencia consciente a la existencia biológica (que es «vida») y confundiéndose existencia y vida.

Todavía y siguiendo un análisis correcto, percibiremos que el Mundo manifiesta un orden, no el caos. Y aunque dos galaxias puedan chocarse y de tal manera generando a un (aparente) caos (cosmo)físico, no obstante, el caos ahí seguiría obedeciendo a las leyes que reglan la relación en general en el plano dicho material.

Si el Mundo existiera independiente de todo y resultando del azar, del acaso, todavía tendría que seguir evolucionando de manera casual. Las relaciones entre las cosas del Mundo tendrían que pasar de modo fortuito, al igual, sin orden necesario.

Pero lo que percibimos es el orden y no el caos en el Universo, no el desorden en la Naturaleza. Y el orden no es más que una manifestación de inteligencia. Por lo que puede concluirse que existe un Principio de Inteligencia que gobierna u orienta a la relación en general y en este plano físico. Siendo que en ese mismo Principio residen las dichas leyes que regulan y conducen (a) la evolución (¡Ordenada!) de la Relación universal.

Pasa que todo principio tiene que poseer fuerza: la capacidad suficiente para que algo pueda manifestarse en ese dominio de Relación. Así que el Pensamiento, no mientras conocimiento relativo a esto o aquello, sino más bien como pura condición de realidad y acontecimiento, condición primera y general, representa una Fuerza. Todavía, una fuerza muy especial, elemental, previa, que esté antes de toda realidad y de todo procedimiento como su condición de ocurrencia: la fuerza... de la inteligencia. Y una inteligencia que a todo conoce sin necesidad de inmiscuirse en los diversos pasos o diferentes etapas del proceso de conocimiento, hasta llegar(se) a la Sabiduría, que se trata del Saber absoluto, que a todo conoce y de forma totalmente instantánea e intuitiva (pero una intuición hecha de pura intelectualidad, sin nada de sensorial, de sensitivo, porque no necesita).

A esta fuerza especial, que sabe que conoce instantáneamente, se la denomina Voluntad. Ya que es la voluntad que detiene la capacidad de accionar a una dialéctica, de generar a un proceso con base en sí misma. Así constituyendo la fuerza que es inteligente. Si de hecho pudiéramos hablar de una fuerza que no fuese inteligente, pues una fuerza no inteligente simplemente no sabría actuar, mucho menos mantener el funcionamiento y la dinámica procesales, dado que un proceso obedece al Orden y no al Caos. Y el caos absoluto es cosa que no existe, además. Pues eso correspondería a la disociación y no a la asociación que tipifica a un orden cualquiera en una dada organización, pues en ésta tiene que existir orden, sin lo que el organismo jamás sería capaz de ordenar a sus parcelas, sus momentos, los que entran en la relación que compone el organismo, sea éste un cuerpo biológico, sea un árbol o una piedra cualquiera. Ya que toda realidad es hecha de relación. Y la relación no es más que organización producida y conducida por el Orden. Un Orden que posee... fuerza. Siendo la organización el espejo de la asociación, la vitrina de la relación.

Así que Orden y Fuerza, la fuerza mientras Voluntad, son expresiones de una sola realidad ella misma.

Por todo eso, el existirse sin pensamiento, sin consciencia de esa existencia, sea propia o ajena, representa lo mismo que no existirse. Y aunque algo no exista de manera objetiva, eso no impide que no exista de alguna (otra) forma. Por ejemplo: existirse de modo meramente potencial, como pura posibilidad de existencia (un proyecto cualquiera, por ejemplo, incluso antes de ser elaborado él ya existe como sencilla posibilidad, desde que reúna todas las condiciones de su ocurrencia). Puede existirse mientras posibilidad, dado que ésta también existe – aunque siempre y solo como pura posibilidad. Y la posibilidad incluso resulta primera forma de existencia, ya que no se puede ser sin que se sea posible. Pero la posibilidad no es la Nada, no es inexistencia, aunque no detenga realidad perceptible, mensurable, tangible. Y la Nada es una posibilidad – todavía puramente mental. Lógica. Pues la pensamos (algunos incluso admitiéndola real, sobre todo los científicos creyentes en el vacío, en el infinito, en el cero y todas esas imprecisiones conceptuales de una ciencia muy romántica, aunque se diga y suponga escéptica, circunspecta, reservada, cautelosa, objetiva, precisa, «exacta», etc., etc.).

La asunción de A. Damasio, que es la de la ciencia establecida, no sabe lo que dice. Como no lo sabía Sartre. O Hegel. O los sabios pervertidos que pertenecían a la Santa Inquisición. Dado que todos confundían conceptos y estaban muy agarrados al narcótico intelectual y cultural que la ilusión sensorial constituye, así induciéndose, en la gente que ellos educan, vicios de raciocinio y llevándonos hacia la admisión de empezarse a existir solo después de una copula sexual entre un hombre y una mujer (no obstante poder considerarse, igual que Nietzsche, que «todo está encadenado, conectado, por el Amor», considerándolo, al Amor, una condición de orden conceptual y no el acto u otra cosa, así alcanzando un dominio de sacralidad y no quedándose simplemente en el plano animal). Todavía, pasa que yo existí antes mismo de mi concepción biológica, precisamente disociado entre el espermatozoide y el óvulo que me dieron origen vital. Y antes de ellos, existí en sus componentes. Y así por delante, hasta llegarse al Origen de todos los orígenes...