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La Verdad...

La Verdad...

Manuel Díaz. Ficticio. Siete de octubre de 2040. Alacant. 10 años.

Diciéndose, al mirarse en el espejo:

«Soy un chiquitito, joven y PEQUEÑO. Pelo graso y negro. Ojos, color marrón. Temperamento nervioso, espíritu inquieto».

Siete de octubre de 2050. Ahora tiene veinte años.

«Soy un hombre muy joven, pelo graso y negro, ojos marrones, alto y muy elegante, un poco nervioso e inquieto, algo ansioso, todavía sin angustias».

Mirándose al espejo el siete de octubre de 2070, se corrige en su auto-apreciación:

«Soy Manuel, alto y un poco fuerte, pelo negro y gris, ojos tono marrón, temperamento tranquilo, espíritu abierto y seguro».

Siete de octubre de 2090, sesenta años.

«Manuel Díaz, madre neerlandesa y padre andaluz, nacido en Alacant, 60 años, ALTO, panza ya aventajada, algo fuerte, pelo gris, hombre calmo, cordial y muy confidente».

Cuestiones:

¿Cuál ha sido el VERDADERO Manuel Díaz? O sea: ¿Dónde estuvo el verdadero Manuel? ¿En qué circunstancia? ¿Cuándo él ha sido todo aquello que pensó que era?

Así que, tras recorrer un breve trecho analítico, se dio a pensar lo siguiente:

«Mi verdad no está en el tiempo de mi VIDA».

Y siguiendo su raciocinio:

«Puede que mi verdad resida en mi pensamiento. Pero a éste busco palparlo y todavía no lo consigo. Tampoco medirlo, olerlo o evaluarlo de alguna manera. Sin embargo, pienso. Esto es: poseo con(s)ciencia. Soy conocedor. Hecho que hace que yo sepa que la consciencia existe. Y más que todo eso: es mi pensamiento que valida mi existencia, sin lo que yo no sabría que existía. Todavía me asalta la pregunta: ¿Dónde está la verdad de mi pensamiento, la verdadera realidad de mi consciencia? Hoy pienso sobre Elizabeth, que me regaló de sorpresa: «ella es mi amiga; siente que soy honesto y confidente». Algunos años después Eli cambió su actitud y no más me regala. Sus acciones, tras un corto periodo de agresividad, se volvieron desprecio y enojo con relación a mi persona. Y mi pensamiento sobre Elizabeth cambió radicalmente: «Ella me da desprecio porque dudó de mi seriedad; se dejó conducir por malentendidos y prejuicios que otros infundieron en su espíritu; sigue siendo la misma en casi todo, pero se me reveló una persona poco autónoma en su raciocinio e influenciable sobremanera; no puedo seguir concediéndole a mi estima». Y así terminó una bonita amistad. Hecho inusitado entre un hombre y una mujer.

Pasa que el pensamiento, o la consciencia, de Manuel, cuando incide sobre un objeto cualquiera o sobre un hecho del mundo natural, sigue sometiéndose al TIEMPO. Y el tiempo no asegura la estabilidad necesaria que define la VERDADERA realidad de una cosa o de un hecho. Siendo que la verdadera estabilidad es aquella que, además de tener que permanecerse donde esté, tendrá que no cambiar jamás, es decir: tendrá que permanecer de manera inmutable, no variable en absoluto.

Así que el pensamiento de Manuel sobre Elizabeth también no podrá concederle, a Manuel, su verdadera realidad. Porque es un sencillo ejercicio.

¿Dónde estará, en fin, la verdadera realidad de Manuel?

La respuesta reside en el pensamiento. Todavía no en el pensamiento OBJETIVO. Porque el pensamiento, al igual que todo, tiene que poseer una FUERZA para que se ejerza mientras pensamiento que es. El pensamiento sobre las cosas y los hechos del mundo natural es revisable, no constante. Es un ejercicio que depende de los hechos y de las cosas, ellos mismos mutables y revisables. No obstante, para que uno relacione dos conceptos de manera que pueda producir a un juicio, él necesita detener la fuerza que le permita hacerlo. «Elizabeth es mi amiga» en el caso vertiente, uniendo los conceptos de «Manuel» (concepto «concreto», porque dice respecto a una entidad de un conjunto, entidad que Manuel representa, a su vez reportado al concepto más general de «hombre» y éste al de «humanidad», que al final se integra en el de «animalidad» y éste y a su vez en el de «entidad física») y de «amistad». Así constituyendo el juicio que reza que «Elizabeth es mi amiga».

Igual que un coche, que depende de la ignición y de una mano que le dé, igual que los vientos, que necesitan fuerzas opuestas de presión que ejerzan su efecto, el pensamiento es una fuerza que une a intuiciones en los conceptos y los conceptos dentro de un juicio y juicios en un raciocinio y a raciocinios en un discurso lógico. Seguro que la tipología de fuerzas varia. Igual que su intensidad. Sin embargo, todo resulta del efecto de una fuerza. Y en el caso concreto del pensamiento, se trata de una «intención». Pues la fuerza que define al pensamiento es la intención. Que así se distingue de la fuerza que mantiene la cohesión entre dos átomos de una molécula. AUNQUE ambas al fin siempre se resuman en una sola fuerza: la Fuerza (mayor) que comanda a toda la Existencia. Cuya objetividad se espeja en su pura subjetividad, que al final se revela la verdadera objetividad, ya que no pasa nunca, mientras los ejercicios del pensamiento cambian, al igual que el panzón de Manuel o el color de su pelo.

¿Dónde está la verdad de Manuel?

En la (máxima) Fuerza...

[La «verdad» es lo que ES... siempre (y siempre igual), no lo que sea hoy y no mañana, o lo que parezca y todavía no lo siendo...]

EV.