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La Virtud de la Circunspección Filosófica

La Virtud de la Circunspección Filosófica

Tenemos la experiencia de la Existencia, no de la Nada. No conocemos a la Nada ni imaginamos lo que pudiera constituir.

Por eso el parámetro de una existencia tendrá que ser la Existencia, no la Nada.

Todavía, como seguimos en nuestras vidas verificando que todo tiene un inicio y un final correspondiente, admitimos que antes de la existencia hubiera la Nada. Es decir: antes que seamos lo que constatamos que somos, no éramos, no existíamos.

Así que el luso-norteamericano, Antonio Damasio, pudo al final escribir, aunque de manera muy rudimentaria, su patético best-seller que lo ha sido «El Error de Descartes». De hecho, lo haría mejor quedarse mudo, porque allí dio muestras que no entiende nada de filosofía y que su sentido lógico no es muy apurado. Pero en Estados Unidos no hay necesidad que algo se revele criterioso y suficientemente científico para que se vuelva un best-seller. Y todavía un texto filosófico aún queda dependiente de parámetros científicos (y lógicos, a consecuencia) de elaboración, sin lo que justamente pierde su condición filosófica.

Damasio ha escrito que «primeramente existimos y solo después pensamos», siendo «en la medida en que existimos, que acabamos pudiendo pensar». Una vez que Damasio, igual que un ignorante cualquiera, viendo que uno nazca, crezca y en fin fallezca, de pronto deduce, muy livianamente, bajo la inocente creencia en las apariencias, que antes el sujeto no existía y que deja de existir tras morirse, pues ahí interrumpe sus interacciones mundanas en la tela de las relaciones, en el enmarañado de co-implicaciones, que constituyen el mundo físico.

Pasa que la simple hipótesis de la existencia resultar de la inexistencia (resultar de la Nada) de pronto origina, no tanto una perplejidad o una paradoja, sino más bien un contrasentido. Y esto proviene directamente de un nonsense, de un absurdo. Que tiene que ver con las incompatibilidades de orden lógico. Todo eso, porque nosotros no tenemos la experiencia de la totalidad, única forma que permitiría estarse en la posesión de parámetros de comparación, que permitieran aquilatar sobre las relaciones y sus incongruencias e imposibilidades lógicas y así afirmarse que antes del si existiera el no. De donde que nosotros pronto infiramos, de manera osada, hechos ignorantes que efectivamente somos al final de las cuentas, que todo tiene un principio y un fin de orden temporal, así dicho muy apodícticamente, no obstante no serse dueño de fundamentos suficientes para una asunción apodíctica igual que esa.

Como no vemos (no sentimos) sino esta realidad que todos los días experimentamos en un mismo escenario (la Tierra, para un comandante aeronáutico que vuele a lo largo del planeta semana tras semana, o un simple rincón de la Tierra en que vivimos todos los demás), así se revelando muy pobre esta experiencia cotidiana, tan monótona se vuelve, que de pronto deducimos (y de tal nos convencemos) que nada más allá de esa existencia pueda existir. Finalmente restando, a los esperanzados, sobre quienes nosotros, los desconfiados, hacemos caer la adjetivación de «inocentes» o «ingenuos», el querer o la creencia en un más allá espiritual.

Todo eso pasa, porque no tenemos la experiencia del nóumeno, solamente capaces que somos de alcanzar la experiencia del fenómeno, como Kant escribió. Es decir: tenemos la experiencia de la apariencia, no la de la esencia. Y todavía eso mismo no es más que apariencia. Porque pensamos con nuestra consciencia, sin todavía de ella obtenerse la experiencia que somos capaces de alcanzar sobre nuestra vivencia o sobre nuestros cuerpos, o sobre el mundo en que nuestros cuerpos se manifiestan mutuamente, así relacionándose y aparentemente se moviendo. No obstante, la consciencia es algo muy real, de tanto serlo, que es por ella que concebimos a la Nada y a la Existencia, igual que a otros conceptos más abstractos, como sean los de apariencia y esencia, como ejemplos. Sin la que Antonio Damasio no podría alguna vez proferir enormidades como las que dio a conocerse al escribir que «primeramente existimos y solo después pensamos» y que «es porque existimos que nosotros pensamos».

De hecho, parece que la Realidad se resume a «esto». Sin embargo, (todo) puede que no sea tan SENCILLO como parezca. Y de una forma inimaginable. Pues nada tiene el compromiso de serlo como (a)parezca.

16-10-2016.